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-Ya lo creo. Por lo menos una estafa mundial. Y ha llegado el momento de ponerla en práctica.
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La cara de Carlitos se iluminó,
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-¡Por eso ha huido por las cloacas!
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A Carlitos le faltó tiempo para contar lo de la estafa mundial que había planeado en la cárcel el tío Wenceslao, y que si le detenían ahora le iban a encerrar para siempre por reincidente, porque escaparse de la cárcel era un delito, y le tendrían atado, alimentándose sólo a pan y agua y constantemente vigilado por una mirilla. Pero -soltó una risa hueca- no conocían al tío Wenceslao ni sabían de lo que era capaz.
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Media plaza escuchó lo que dijo Carlitos.
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Capítulo 2
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La elaboración de los carnets fue idea suya.
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Escribimos en un trozo de papel "Colaborador Secreto del tío Wenceslao", y de momento reclutamos a tres miembros. Eran de mi edad y se llamaban Jaimito, Josué y Asdrúbal. Hicieron un solemne juramento, comprometiéndose a morir entre grandes suplicios si se iban de la lengua.-Si alguno cae en manos de la policía -les instruí, debe comerse el carnet.
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-¿Entero? -preguntó Asdrúbal, que era gordo.
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-¿Nunca has comido papel?
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-Prefiero comida -se sinceró-. Cualquier clase de comida.
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-Yo sí he comido papel -dijo Jaimito, que era más bien menudo y llevaba unas gafas tan sucias que parecía mentira que viera a través de sus cristales-. Y una vez me tragué un chicle.
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-¿Porque quisiste o sin darte cuenta? -Le preguntó Carlitos.
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-No me acuerdo.
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-¿Te pasó algo? -se interesó Josué, el más alto de todos.
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-Nada. O puede que estuviera a punto de morirme, pero me salvé.
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Quedó resuelto lo de tragarnos el carnet si éramos detenidos.
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-¿Y si nos lo descubren en casa? -volvió a preguntar Asdrúbal.
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-Si sigues poniendo pegas -le amenacé-, es que no vas a valer.
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Nadie insistió. Entonces hablamos de las funciones que nos corresponderían.
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-Si vemos algo raro -dijo Carlitos-, lo comunicaremos al resto.
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-¿Algo raro? -preguntó Jaimito-. ¿Como qué?
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-Una persona disfrazada, por ejemplo.
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-A la gente disfrazada no se la conoce -dijo Asdrúbal-. La gente se disfraza precisamente para eso.
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-A veces se olvidan de un detalle -dije-. Se disfrazan de vagabundos, por ejemplo, y no se acuerdan de cambiarse de zapatos. Y van por ahí con los zapatos limpios.
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¿Quién ha visto un vagabundo con los zapatos relucientes?
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El que lo vea puede estar seguro de que es alguien disfrazado.
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-O llevan un anillo de oro -dijo Carlitos-, porque no se lo han podido quitar al haberles engordado los dedos de la mano.
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-También -admití-. Aunque en este caso pueden ser vagabundos de verdad. Pueden llevar una fortuna en anillos y estarse muriendo de hambre, porque no se van a cortar los dedos con un cuchillo.
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-En una película que yo vi -dijo Josué-, le cortaron el dedo a un cadáver para quitarle un anillo.
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Discutimos sobre si a los muertos les salía sangre al cortarles o no. Concluimos en que dependía del tiempo que llevaran muertos.
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Pasamos por delante de una obra que estaba vigilada por un perro, aunque el perro no vigilaba nada y se venía con nosotros cada vez que le dejábamos salir arrancando una tabla de la puerta. Tuve una idea.
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-El perro será nuestra mascota -dije.
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Nos le llevamos. El perro enloquecía de contento cuando veníamos a por él. Saltaba a nuestro alrededor y nos mordía y arañaba las piernas.
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-Deberíamos entrenarle -recomendó Josué.
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Cogí una piedra del suelo y se la enseñé a la mascota.
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-¡Tráela! -ordené, tirándola bien lejos.
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El perro se alejó velozmente y husmeó en un vertedero donde había caído la piedra. Regresó de vacío, moviendo el rabo.
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-No va a servir -dijo Jaimito.
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-Le falta práctica -dije, cogiendo otra piedra y poniéndosela al animal en el hocico para que la oliera-, .¡A por ella! -y volví a arrojarla.
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La piedra golpeó el capó de una furgoneta de reparto, haciendo salir de una tienda de ultramarinos a su dueño. Tuvimos que salir corriendo.
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-Será una buena mascota -jadeé en cuanto estuvimos a salvo.
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El perro nos había seguido, gozando de la aventura.
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¿Los perros pueden ir a la cárcel? -preguntó Carlitos.
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-Más bien no. ¿Por qué?
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-Lo digo por si vuelven a detener al tío Wenceslao.
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Le gustaría tener una mascota en la cárcel.
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-Nuestra misión -dije severo- es impedir que el tío Wenceslao ...
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Mambrú
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Mambrú se fue a la guerra,
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mire usted, mire usted, que pena.
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Mambrú se fue a la guerra,
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no sé cuándo vendrá.
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Do-re-mi,
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do-re-fa.
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No sé cuándo vendrá.
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Si vendrá por la Pascua,
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mire usted, mire usted, qué gracia.
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Si vendrá por la Pascua
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por la Trinidad.
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Do-re-mi,
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do-re-fa.
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O por la Trinidad.
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La Trinidad se pasa,
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mire usted, mire usted, qué guasa.
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La Trinidad se pasa.
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Mambrú no viene ya,
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Do-re-mi,
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do-re-fa.
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Mambrú no viene ya.
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Por allí viene un paje,
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¡qué dolor, qué dolor, qué traje!
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por allí viene un paje,
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¿qué noticias traerá?
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Do-re-mi, do-re-fa,
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¿qué noticias traerá?
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Las noticias que traigo,
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¡del dolor, del dolor me caigo!
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las noticias que traigo
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son tristes de contar,
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Do-re-mi, do-re-fa,
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son tristes de contar.
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Que Mambrú ya se ha muerto,
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¡qué dolor, qué dolor, qué entuerto!,
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que Mambrú ya se ha muerto,
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lo llevan a enterrar.
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Do-re-mi, do-re-fa,
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lo llevan a enterrar.
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En caja de terciopelo,
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¡qué dolor, qué dolor, qué duelo!,
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en caja de terciopelo,
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