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en las montañas. De repente, comienzan a caer gotas del
cielo, entonces volteó hacia arriba: era una rana gigante que
estaba llorando.
Mateo le preguntó: “¿Por qué lloras?”.
Y se contaron sus penas.
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De malabarista a rey
Hazel Alejandra Flores Sánchez
Esc. Sec. General No. 4 Prof. Apolonio M. Avilés, Saltillo.
Hace muchos años, en el Reino Encantado vivía un chico llamado Adrián. A pesar de ser pobre, vivía con una sola
ilusión: convertirse en rey algún día.
Adrián era el mejor malabarista de todo el reino, tanto que el rey lo invitó a su castillo para que divirtiera a su hija
la princesa. Adrián aceptó gustoso. Ya en el castillo comenzó con trucos que fueron de los más sencillos a los más
complejos. La princesa encantada le pidió que trabajara de malabarista para todos en el castillo. Antes de que Adrián
pudiera aceptar, el rey notó que su hija empezaba a enamorarse de él y pensó: un pobre jamás se convertirá en el soberano de este reino.
Adrián, sin más que decir, se fue indignado a su casa, pero en el camino recordó la leyenda de una corona, una que
hace años se había perdido y que brillaba si la persona que la portaba era pura de corazón. Adrián tomó lo poco que
tenía y se encaminó en busca de la corona. Cuando ya estaba cansado de buscar, se sentó a la sombra de un árbol y
curiosamente escuchó voces pero nadie se encontraba cerca de él, solamente había unos patos en un estanque. Adrián
se dejó llevar por la curiosidad, quiso investigar y… ¡oh maravilla! Los patos estaban platicando muy alegres, así que
Adrián temeroso les dijo:
—¡Buenos días! ¿Me podrían decir dónde estoy?
—Claro, estás en el estanque mágico —le contestaron—. ¿Pero, por qué estás aquí tan solo?
—Estoy buscando la corona mágica que hace siglos se perdió, o bueno eso creo.
—Bueno chico, nosotros resguardamos esa corona, pero no se la daremos a cualquier persona, sólo a quien realmente sea digno de ella.
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—¿Y cómo sabré si realmente soy digno de ella?
—Ya lo verás. Sólo sé paciente.
Adrián se acercó poco a poco y de repente el estanque quedó tan iluminado que Adrián casi se desmaya de
la emoción. Los patos, al ver que Adrián era digno de aquella corona, se sumergieron en el agua y se la trajeron.
Adrián muy contento regresó a su hogar y pidió una audiencia con el rey.
En el castillo todos quedaron muy sorprendidos al ver que Adrián tenía la corona. Prometió dársela al rey
pero a cambio él quería la mano de su hija. El rey accedió y se celebraron las bodas.
Y así, un chico que nunca renunció a sus sueños, de ser un malabarista pobre, se casó con la princesa y se
convirtió en rey, un rey justo y muy generoso con todos sus súbditos.
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Silla para un psicótico
Helen Armendáriz y Luz Elena Serrano Armendáriz
Esc. Sec. General No. 4 Prof. Apolonio M. Avilés, Saltillo.
Este era un hombre que amaba los muebles del hogar, en especial las sillas, pues eran su mueble preferido para pensar. Un día decidió ir a un lugar donde se vendían todo tipo de muebles. Le pareció maravilloso. Además, descubrió
una variedad de sillas inmensa, de plata, de oro, de peluche, esponja y cuero. Pero ninguna le parecía la adecuada.
Caminando por los pasillos, giró su cabeza, de pronto su vista se detuvo en una muy especial, estaba sin terminar,
fea, llena de defectos; era horrorosa, pero a él no le importó. Pagó una gran cantidad por ella (el vendedor argumentaba que esa silla era del velador, pero fue en vano). Una vez en casa, empezó por darle la textura exacta, después la
pintó de colores pastel y por último, para decorarla, usó hojas secas y objetos estilo vintage. Cansado y casi a punto
de terminar su trabajo, se sentó y admiró su gran belleza.
Final 1
De pronto sintió un gran temor, la silla parecía moverse, su amada silla ahora lo perseguía por toda la casa.
Final 2
Empezó por darle la textura exacta, después la pintó
de colores pastel y por último, para decorarla, usó hojas secas y objetos vintage. Cansado casi por terminar
su trabajo, se sentó y admiró la belleza que había descubierto. Satisfecho, puso en práctica su nueva aventura. Este hombre pensó en la belleza de una silla.
Sonará loco pero de esto trata la historia: a pesar de
ver sillas muy hermosas, elige la más fea y opta por
descubrir su belleza.
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El hechizo de lectura
Italia Segobia Triana
Esc. Sec. General No. 21 Javier Luis Cabello Siller, Saltillo.
Existió un joven al que le gustaba leer tanto, que se obsesionó con la lectura.
Un día un mago le dijo:
—¿Tú eres el chico que le gusta mucho leer?
—Sí, ¿por qué?
—Tengo algo para ti, un hechizo.
—¿Por qué? ¿Qué he hecho para merecer un hechizo?
—Leer, leer, leer mucho. Voy a borrar de tu mente esta
conversación. Te hechizaré, si un día saltas una página del
libro, morirás.
Él siguió con su vida, leyendo libros. Encontró un libro,
un libro que leyó y le encantó, le encantó tanto que lo leía
día y noche. Se lo sabía de memoria, se lo sabía todo de
principio a fin.
Un día le dio por leerlo una vez más, llegó un momento
en que, por pereza, no quiso leer una página, así que se la
saltó, retiró el libro de su cara y vio al mago.
El joven confundido quiso volver a la lectura pero ya no
podía. Se debilitó lentamente. Murió.
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Una familia extravagante
Enrique Aldair Canizales Fonseca
Esc. Sec. Jesús Eloy Dewey Castilla, Saltillo.
Esta es la historia de una familia algo extravagante que le gustaban mucho los animales marinos.
Un día compraron un delfín. Nomás por puro gusto, pero había un pequeño problema, no tenían una pecera tan
grande para meterlo.
Así que sin muchas opciones, el padre de la familia convirtió la mesa del comedor en una pecera gigante. Resuelto
ese problema, surgió otro, ahora la familia no tenía dónde comer. A la madre se le ocurrió una idea, comprar una pecera
muy, muy grande y comer en ella.
La familia compró la pecera, la llevó a su casa y la usó como mesa.
El delfín estaba contento con su nueva mece-pecera y la familia pues... cada día tenía más escamas.
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